martes, 12 de mayo de 2009

Algunos cuentos de Juan Valle



La bienvenida
Juan Valle

Anduvo por el maizal de Bernardo Quispe, un hombre que se dedicaba por las noches a comer los tallos de casi todo su campo. El pueblo, en pos de ayudar a don Bernardo, planeó, sin consultar al dueño del maizal, atrapar al desconocido. Y grande fue su sorpresa cuando vieron que era la Muerte quien les terminó confesando que tenía mucha hambre. Una semana después, todas las personas que en principio se atrincheraron, murieron.


Sin titulo:


I) Hay un bolígrafo que, de entre los mil seiscientos veintitrés almacenados en una cómoda de roble, almacena dentro de su tinta el más ínfimo huevo de dragón.

II) Al llegar a un puente cercano a la antigua plaza principal, el mercader pudo reconocer a unos antiguos parientes, deformados por las pústulas, consecuencia de la epidemia que empezaba a desatarse. Un impulso nacido de un sentimiento fraterno obligo al Mercader a caminar más rápidamente hacia ellos. Pero cuando los indigentes se dieron cuenta de la presencia de su querido familiar saltaron suavemente al río, crecido por las lluvias de otoño.

III) Úrsula estaba muerta, tendida debajo de mi sombra y besando el viento que acariciaba mis tobillos cubiertos por el jean. Pero en sus ojos tibios pude ver un espejo, el grito de los que descubren la curiosidad por primera vez.

¡Quién sabe!


La Sombra Inexplicable

Armando Alzamora

Cinco hombres que habituaban reunirse por las tardes en la plaza del pueblo para conversar, cierta vez se percataron de un hecho curioso: al contemplar la proyección de sus sombras sobre el empedrado distinguieron la presencia de un hombre más. Uno de ellos, excitado y agobiado por el desconcierto, buscó a su compañero más cercano, y, con un tono sordo y apagado, le dijo: ‘’¿Sabes tú a quién es el dueño de la sexta sombra?’’ Y el otro hombre respondió: ‘’¡Quién sabe!’’.
Ambos, motivados por la duda, se acercaron a otro de sus compañeros y le preguntaron: ‘’¿Sabes tú quién es el dueño de la sexta sombra?’’, a lo que él les contestó: ‘’Quién sabe’’.

Entonces, bastante preocupados, los tres se agazaparon sobre el cuarto individuo y le dijeron: ‘’¿Sabes tú quién es el dueño de la sexta sombra que hoy nos acompaña inusitadamente?’’. Y el cuarto hombre contestó: ‘‘¡Quién sabe!’’.

Alarmados todos, se acercaron al último individuo, y con voz rigurosa y sin pausas, preguntáronle al unísono: ‘’¿Sabes tú quién es el dueño de la sexta sombra?’’. La respuesta fue la misma.

Por fin, los cinco hombres, armados de valor, se acercaron donde el dueño de la sombra, y, con los rostros pesarosos y contritos, bajando la mirada por momentos, le dijeron: ‘’Díganos, Señor, exactamente, ¿quién es usted y qué es lo que busca entre nosotros?’’.

El hombre, sin alzar la vista, con un tono apacible y moviendo una antigua moneda entre sus dedos, contestó: ‘’¡Quién sabe!’’.

lunes, 4 de mayo de 2009

Ni un minuto más...


Fin del tiempo

Juan López

Un hombre se ve al espejo y piensa que el tiempo se le está acabando. Su piel reseca va resbalando por el interior de su cuerpo. Mientras que un olor a putrefacción se siente en su habitación, mira a los costados, todos los ángulos le parecen iguales, nada ha cambiado, solo su rostro... Se acomoda en un rincón y solo espera que el reloj que marca el final de su vida se detenga...

El último sorbo


Adicción

Juan López

Un hombre, escuálido, con una melena de estilo country, no soportaba ser arrastrado por el peso de su mal. Nunca se mostró temeroso ante su debilidad. Trató de ser firme y no flaquear. Él solo probaba ser el dios del mundo, el amo de todo, pero la sustancia blanca que aguardaba sobre la repisa de su baño lo tentaba.

No soportó más y cayó bajo su poder invisible. Caminó descuidadamente sobre el cuarto oscuro, de presencia hosca, y silenciosa. Llegó al baño, se miró al espejo, y agudizó sus sentidos. Declinó la cabeza sobre el lavadero; después de unos segundos volvió a levantar la cabeza, se miró nuevamente al espejo, vio rastros de polvo que estaban impregnados sobre el borde de su nariz y pómulos. -Lo volví hacer -se dijo recriminándose-. Me ha vencido la tentación. Ya no soporto seguir así. -Fue lo último que repitió, mordiéndose los labios-. Dejó el baño y se fue de puntillas hacia su escritorio, sacó una hoja y empezó a escribir. Lloró. Las lágrimas iban humedeciendo los bordes del papel, mientras él seguía escribiendo sin prisa alguna. Firmó.

Dejó el escritorio. Sacó una soga debajo de su cama, la sujetó sobre una de las vigas de su techo. Jaló una silla y se remontó sobre ella; al mismo tiempo, se sujetó el cuello con la cuerda y se dejo caer. Sus manos abiertas de par en par, esperaban que la luz que se escurría por la ventana, lo consumiera por completo: a él y a su vergüenza.

El polvo aun seguía allí…

viernes, 1 de mayo de 2009

En el mundo de Anna


Anna
Juan López.

Anna golpea la puerta e intenta corregir sus actos con la cabeza. Una voz dentro de ella le dice: “Pronto usted va a estar muerta”. Anna levanta la mirada y sonríe de su suerte y de su realidad.

Anna se ríe ante el amor, ante la raza humana, ante el mundo que se hunde en el infierno. Una estrella excelente corregida entre nosotros.

Anna golpea con los pies la acera de la calle. Intenta refugiar su malestar frente al dolor y el miedo. Ella cree estar dentro de este mundo, pero se da cuenta que el tiempo solo estaba en su sueño.

El primero de muchos


Continuidad del amor
Juan López

Y después de hacer el amor, ambos se miran, objetan algunas palabras, luego se visten. Ella, en medio de la cama piensa que lo sucedido es algo que comúnmente lo hace; no siente nada. Él, frente a ella, cree que no es solo goce, sino que dentro de ella había amor; o al menos lo creía. Ella al sentirse deseada nuevamente le pide volver a verse, luego se despide diciendo: -siempre me encuentras en el mismo lugar-, se marcha… Él, sentado en la cama sonríe, se levanta, mete sus manos a los bolsillos de su jean, apaga la luz y sale del cuarto diciendo: -lo sabía, lo sabía-…